Una fiesta ante el Parlamento y monedas conmemorativas
Unos dicen haber esperado décadas para ver al Reino Unido abandonar una Unión Europea en la que nunca había acabado de sentirse cómodo, mientras que otros consideran este 31 de enero una jornada de luto, pero lo que resulta indudable es que la materialización del Brexit constituye una cita para la Historia que dos bandos hasta ahora enfrentados están listos para recordar, aunque desde atalayas opuestas.
Dadas las credenciales de Boris Johnson como padrino de la salida y la obligación impuesta sobre los candidatos conservadores en las elecciones de diciembre de apoyar el acuerdo del primer ministro, el Gobierno es, fundamentalmente, un ejecutivo pro-ruptura, pero también una administración consciente de la brecha que el divorcio todavía genera en la calle.
De ahí que haya diseñado una agenda de perfil relativamente bajo, teniendo en cuenta la trascendencia de lo que acontece en la medianoche de este viernes (una hora menos en el Reino Unido) y, sobre todo, el capital político, institucional y económico que se ha cobrado un proyecto cuya ejecución ha requerido de dos comicios generales, tres primeros ministros y cuatro años de fraccionado debate.
Johnson y su gabinete abrirán el último día de pertenencia al norte de Inglaterra, donde celebrarán un Consejo de Ministros extraordinario con el que esperan rendir tributo a los bastiones que habían decantado el plebiscito de 2016 y, de paso, cincelar su compromiso con los votantes que el mes pasado otorgaron la mayor victoria ‘tory’ desde 1987. El premier sabe que estos dos factores totémicos en la historia británica reciente están intrínsecamente relacionados y tampoco se le escapa la necesidad de contentar a un granero electoral del que dependerá su continuidad en el Número 10.
Con todo, si hay una directriz en Downing Street es la de evitar un triunfalismo desmedido, por lo que la única intervención pública prevista para el primer ministro es una alocución televisada para todo el país desde el Número 10, una hora antes de que el Brexit sea una realidad. Su objetivo primordial es apelar a la unidad y cerrar heridas, pero también generar un sentimiento de optimismo, con la promesa de “movilizar el amplio margen de nuevas libertades” que abre el divorcio.
A partir de ahí, un reloj será proyectado sobre los muros de la residencia oficial, para marcar la cuenta atrás de sesenta minutos que, una vez llegada a su fin, dará paso a un montaje de luz para “simbolizar la fortaleza y la unión” de las cuatro naciones que componen el Reino Unido, una declaración de intenciones ante una salida de la UE que ha revolucionado la cohesión territorial británica, dado el apoyo a la continuidad tanto de Escocia como de Irlanda del Norte y las consecuencias que para esta última tendrá el acuerdo de retirada pactado por Johnson.
Posteriormente, el primer ministro ejercerá como anfitrión para amigos e integrantes del Gobierno en el Número 10, pero su entorno se ha encargado de subrayar que se trata de una mera reunión informal y no de una fiesta. Eso sí, el Ejecutivo se ha asegurado de que Londres esté engalanada para marcar la ocasión, con banderas de la Union Jack en la plaza del Parlamento, el corazón político de la capital, y a lo largo de la gran avenida The Mall, que une la céntrica Plaza de Trafalgar con el Palacio de Buckingham. Asimismo, al caer el sol, los edificios públicos de Whitehall, la arteria que aglutina las sedes de los principales ministerios y que desemboca precisamente en Westminster, se teñirán de azul, rojo y blanco.
Los verdaderos festejos, en consecuencia, han sido asumidos por plataformas cívicas, con Leave Means Leave (‘Salir Significa Salir’) como gran protagonista. Su acto central será entre las 21.00 horas (una hora más en horario peninsular español) y las 23.15 en la Plaza del Parlamento, con la intervención de pesos pesados del Brexit, como Nigel Farage, y el punto álgido a las 23.00 horas, cuando la oficialización de la salida quede marcada por el ‘Dios Salve a la Reina’, el himno nacional británico, tocado en directo por una banda encabezada por el saxofonista Ed Barker.
Su gran frustración es que, finalmente, el Big Ben no repicará para conmemorar el histórico momento, ya que las autoridades del Palacio de Westminster descartaron reinstalar la campana en la Torre Isabelina, actualmente en obras, solo para contentar a los brexiteros. De ahí que tengan que conformarse con replicar el sonido grabado y limitar los fuegos artificiales a la generosidad de los vecinos que les han permitido lanzarlos desde sus azoteas, debido a la negativa del Ayuntamiento.
Este, de hecho, confirma este 31 de enero su vocación eurófila con una jornada de puertas abiertas en el consistorio a la que están invitados los europeos, para ser asesorados sobre los trámites para permanecer en el país, así como para recibir “apoyo emocional” ante la ruptura. Aquellos que prefieran un remedio más lúdico, por su parte, tienen la oportunidad de acudir a uno de los 900 pubs con los que la cadena Wetherspoon cuenta en el país y beneficiarse de la campaña ‘Sigamos Siendo Amigos’, una iniciativa promovida con motivo del Brexit que ofrece descuentos en hasta diez cervezas locales y del continente, entre ellas, Estrella Galicia.
Además, hasta pagando podrán conmemorar la salida, ya que este viernes entran en circulación tres millones de monedas de 50 peniques que, con el lema “Paz, prosperidad y amistad con todas las naciones”, marca el fin de un matrimonio de conveniencia de 47 años. El acuñado llega después de que el Gobierno hubiese tenido que fundir las previstas para el divorcio, finalmente truncado, el 31 de octubre, y es probable que las divisas se vean profusamente en las celebraciones convocadas en gran parte del país, especialmente en los centros neurálgicos que habían apostado por abandonar, donde pubs, asociaciones locales y organizaciones anti-UE promoverán los actos por los que llevaban esperando desde el 23 de junio de 2016.
Influyentes nombres como The Bow Group, mientras, han convocado una cena en la que, por 90 libras el cubierto (unos 107 euros), se puede escuchar a los rebeldes de Maastrich, es decir, los conservadores que habían hecho la vida imposible a John Major a principios de los 90; y enclaves como la Margaret Thatcher House, en Romford, tienen prevista una gran fiesta con fuegos artificiales en la que solo se servirá vino espumoso inglés.
Por su parte, los Remainers, como se conoce a los partidarios de la UE, lo tendrán difícil para evitar la euforia, si bien colectivos como New Europeans han decidido reivindicar su eurofilia con una convocatoria en la Plaza del Parlamento a las 11.00 (una hora más en horario peninsular) que tendrá su réplica simultánea frente a la Eurocámara, en Bruselas, así como una vigilia fuera de la Casa Europa en Londres por la noche.