La desglobalización entorpece el rescate fiscal de 10 billones de dólares
A mediados de abril, el Fondo Monetario Internacional aseguraba que los países del G-20 habían activado ya alrededor de 8 billones de dólares en medidas fiscales para enfrentar la peor crisis económica desde la Gran Depresión. La pandemia del coronavirus ha paralizado la actividad mundial, destruido empleo a un ritmo voraz y todavía se continúa calculando cuál será la factura final a medida que se intenta recuperar una nueva normalidad.
Desde que el FMI diera a conocer sus estimaciones, el Congreso de EEUU aprobó otro plan por valor de casi medio billón de dólares al tiempo que continúa en estos momentos debatiendo otra remesa de ayudas que podrían sumar hasta otro billón de dólares en estímulos. En todo el mundo se estima ya que el rescate fiscal asciende ya a los 10 billones de dólares, según el semanario Barron´s y el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés).
En estos momentos, más de una veintena de estados de EEUU además de diversos países en Asia y Europa han comenzado a reabrir lentamente sus economías. Algunos economistas esperan un fuerte repunte global en el tercer trimestre, reflejando el modelo de comportamiento que ya vimos en Asia después del brote del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS, por sus sigilas en inglés) de 2003. Sin embargo, otros advierten que la pandemia podría ser mucho más destructiva económicamente que cualquier otro brote anterior por lo que una recuperación podría llevar mucho más tiempo.
Las lecturas del primer trimestre y las proyecciones para el periodo en curso o el conjunto del año del FMI y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) perfilan una profunda recesión en el conjunto de 2020 mientras la Organización Mundial del Comercio (OMC), por su parte, pronostica que casi todas las regiones del mundo sufrirán caídas de doble dígito, de entre el 13% y el 32%, en el comercio este año, con los exportadores de América del Norte y Asia postulándose como los más afectados.
Es por ello que las amenazas del presidente de EEUU, Donald Trump, de cancelar la Fase 1 del acuerdo comercial con China rubricado en enero así como las señales que sugieren que las compañías aceleran la diversificación de sus cadenas de producción alejándose del gigante asiático son los síntomas que evidencian un proceso de desglobalización en el horizonte.
“La pandemia del COVID-19 está impulsando a la economía mundial a distanciarse de la integración. Los gobiernos y los líderes empresariales ahora se preguntan si las cadenas de producción mundiales se han expandido demasiado”, señala Douglas A. Irwin, analista de comercio del Peterson Institute for International Economics (PIIE, por sus siglas en inglés).
Según su punto de vista, la economía mundial se encuentra en un punto de inflexión crítico en la historia en el que aumentan los temores sobre la dependencia entre países. “Un giro más proteccionistas no significaría el fin total de la globalización pero deshacer el daño resultante probablemente resulte difícil”, avisa.
En estos momentos, las miras se dirigen a las relaciones entre EEUU y China, cuya primera fase del acuerdo comercial podría convertirse rápidamente en una víctima, dado que el inquilino de la Casa Blanca ha advertido que Pekín debe cumplir con lo acordado independientemente de la situación desatada por el virus. Si nos hacemos eco de las cifras del Departamento de Comercio, que en marzo registraron una gran caída en las exportaciones estadounidenses al país, debido a la coyuntura económica derivada de la pandemia.
La venta de productos y servicios de EEUU a China registró por entonces una caída del 18%, hasta los 7.900 millones de dólares, lo que hace preguntarse si Pekín podrá cumplir con los compromisos de enero de aumentar estas compras en 200.000 millones de dólares adicionales desde los los niveles de 2017 en dos años.
Los halcones del gobierno estadounidense consideran que es esencial responsabilizar al gobierno de Xi Jinping por lo que consideran un encubrimiento de su gestión durante el comienzo del brote del COVID-19. Es por ello que utilizar un posible incumplimiento de las condiciones comerciales podría resultar una herramienta útil.
No obstante, según el decano de la Escuela de Negocios de Wharton, “ni China ni EEUU pueden arriesgarse a generar una mayor desestabilización de sus economías, lo que seguramente sería la consecuencia de cualquier nueva crisis diplomática entre ambos países”.