Johnson trata de evitar negociar inmediatamente el post-Brexit con la UE
Boris Johnson inicia esta jornada la campaña de persuasión de la cúpula comunitaria para garantizar un acuerdo sobre la futura relación entre la Unión Europea (UE) y el Reino Unido antes del fin de la transición a la que dará paso la materialización del Brexit el 31 de enero. El primer ministro pretende aprovechar su primer encuentro con la nueva presidenta de la Comisión para activar una negociación que arranca con los días contados, tras su decisión de vetar por ley su ampliación más allá de 2020.
Johnson tendrá que utilizar sus mejores dotes de convencimiento, puesto que Ursula von der Leyen no tiene intención de abrir formalmente las conversaciones en su visita de hoy a Downing Street. Su objetivo es asentar las bases para un diálogo más fluido ante el capítulo que inaugurará la oficialización del divorcio a final de este mes y su cometido fundamental es evitar la tentación de abordar un proceso para el que la Comisión todavía no ha recibido el oportuno mandato de los Veintisiete.
Al norte del Canal de la Mancha, sin embargo, estos reparos resultan irrelevantes ante la urgencia de concretar cuanto antes el marco de una negociación en la que el Reino Unido tendrá que resolver el más complicado de los dilemas impuestos por el referéndum de 2016: cuánto le importa la soberanía, en otras palabras, cuánto está dispuesto a divergir del armazón normativo europeo, por la supuesta recompensa de una mayor autonomía comercial, política y regulatoria.
La UE tiene claro el precio que impondrá si Londres pone fin al alineamiento que durante décadas había imperado en la interrelación entre ambos. Cuantas más diferencias establezcan los británicos, mayores serán las barreras, lo que en términos prácticos impedirá el ambicionado sistema de cero tarifas y cero cuotas que, de momento, Boris Johnson sigue prometiendo en casa.
Eso sí, Ursula von der Leyen acude al Número 10 en son de paz, un ritmo que le conviene a un premier necesitado de demostrar que, efectivamente, tiene una estrategia clara para la ruptura. Ambas partes aprendieron de los errores de la fase inicial, conducida fundamentalmente en el ojo público y, consecuentemente, prevén mantener una mayor discreción, que se verá favorecida, además, por el amplio margen de maniobra que las elecciones de hace un mes otorgaron al Ejecutivo británico.
De momento, Johnson mantiene una línea dura, más rupturista, pero si algo ha demostrado desde su llegada a la residencia oficial es una extraordinaria capacidad de transformar líneas rojas aparentemente inamovibles en monedas de cambio en nombre del consenso, si este responde a sus intereses.