El colapso del petróleo esconde la mayor subida del precio
El intenso descenso de la inflación publicado esta semana en EEUU ha eclipsado la subida de precios que han sufrido los alimentos en las tiendas. El drástico descenso del petróleo y sus derivados, junto a la caída en el precio de la ropa, han arrastrado al conjunto del Índice de Precios al Consumo (CPI por sus siglas en inglés). Sin embargo, desagregando este índice se puede ver como el coronavirus y las disrupciones en algunas cadenas de suministro han llevado al precio de la comida a su mayor aumento mensual en casi 50 años.
El IPC general (engloba todos los bienes y servicios de una cesta típica del consumidor) registró en abril una caída mensual del 0,8%, la más fuerte desde diciembre de 2008. En tasa interanual, el IPC estadounidense fue del 0,3% en abril, el más bajo desde octubre de 2015. En marzo, la tasa interanual se había ubicado en el 1,5%. Este descenso ha venido de la mano, en parte, del desplome absoluto de los precios energéticos (por el colapso del petróleo), que han caído un 10% de un mes para otro y más de un 17% de un año para otro. Entre estos precios energéticos destacan las caídas de los derivados del petróleo, con descensos mensuales que rondan el 20%. Estas caídas tan abruptas son incluso poco frecuentes en términos interanuales.
Es más, si se excluyen los precios de alimentos y combustibles (inflación subyacente o core), que son los más volátiles, la inflación subyacente en abril descendió el 0,4%, el descenso mensual más drástico desde 1957. Pese a que en este apartado no entran los combustibles, se incluyen ítems que tienen una ponderación elevada (pesan mucho en el cálculo), que han sufrido también un descenso relevante, como son los alquileres, los alquileres imputados (el precio artificial que se le pone al ‘alquiler’ de los propietarios vivienda que viven en ella) o la ropa, cuyo precio bajó un 4,7% en un solo mes.
Todos estas caídas de precios han dejado en un segundo plano el fuerte auge del precio de la comida, un componente que probablemente ha ganado relevancia durante este periodo de confinamiento en el que los supermercados han incrementado sus ventas. Los precios que los estadounidenses pagaron por los huevos, la carne, los cereales y la leche se dispararon en abril, justo cuando la gente comenzó a acudir a los supermercados para abastecerse de alimentos en medio de la lucha contra el coronavirus y las medidas de confinamiento aprobadas en el país.
Los precios que los consumidores estadounidenses pagaron por los comestibles aumentaron un 2,6% en abril respecto al mes anterior, el mayor incremento mensual desde 1974. El aumento en los precios en los supermercados se produjo en la mayor parte de comestibles. Sin embargo, su impacto en el IPC general no fue relevante por dos motivos: el primero, porque la subida, aunque es la mayor en casi 50 años, queda lejos del desplome de los precios de la energía. La segunda, porque su ponderación en el IPC es del 7,5%, un peso importante, pero que queda eclipsado frente a otros elementos como los alquileres imputados que pesan un 24% en el índice de precios.
En algunos alimentos que se han visto afectados por los cierres de plantas procesadoras de carne, el aumento de los precios ha sido notable: el cerdo subió un 6,8%; la ternera un 7,5%, y el pollo un 6,3%, mientras que las frutas y verduras subieron un 1,5%, los cereales y productos de panadería avanzaron un 2,9% y los productos lácteos aumentaron un 1,5%. Estas subidas contrastan con la tendencia del IPC general. La subida del componente ‘comida’ en general sufrió un alza más moderada del 1,5%, pero esto se debe a que la mitad del peso de este componente corresponde a la ‘comida fuera de casa’, que solo avanzó un 0,1% frente a la otra pata del componente que subió ese 2,6% ya señalado.
“Con los consumidores confinados en sus hogares en muchas partes del país, los precios de los alimentos que se comprar sufrieron el mayor aumento mensual desde febrero de 1974… Como reflejo de los nuevos patrones de compra, ante la limitación de consumir alimentos fuera del hogar (restaurantes, comida rápida…)”, explican en una nota desde Oxford Economics.
Desde la agencia Reuters señalan que se está produciendo cierta escasez en algunas cadenas que podrían reducir en un tercio el suministro de carne a finales de este mes, mientras que los precios suben alrededor de un 20% en ciertos tipos de carne. Las empresas de EEUU están teniendo que recurrir a las importaciones, sobre todo de México.
Esta decisión de traer carne ya procesada y empaquetada del exterior para mantener el suministro ha suscitado las quejas de muchos ganaderos estadounidenses, que argumentan que los problemas del sector del empaquetado de carne y el cierre de plantas de procesamiento está limitando el acceso a su propio mercado.
“Aquí hay cerca de medio millón de reses que no pueden ser sacrificadas”, explicaba Bill Bullard, director ejecutivo del Fondo Legal de Acción Ganadera de Ganaderos de Estados Unidos en declaraciones a Reuters. “Conozco tipos que han tenido ganado para vender durante cinco semanas, y ni siquiera pueden han visto ni una oferta”, explicaba.
Al final, los ganadores estadounidenses están sufriendo una caída de sus ventas, mientras que los consumidores se ven obligados a pagar un precio superior por la comida ante los cuellos de botella que se están generando en el mercado de la alimentación.